14 de Febrero
En un rincón de un viejo escritorio, cubierta de polvo y de olvido, descansa una carta sin destinatario, una promesa jamás cumplida, un “te quiero” que nunca ha sido.
El papel aún guarda el aroma
de tinta que quiso ser eterna,
pero el tiempo la vuelve fantasma,
palabras que un día importaban,
hoy son solo sombras en letra.
Pero llega febrero y el mundo despierta, los buzones se llenan de sueños fugaces, de rosas que duran apenas un día, de versos robados a antiguos romances.
Hoy todos recuerdan que el amor existe, que el calor de un abrazo es abrigo, que un “te extraño” puede cambiarlo todo, que el amor no se guarda en un libro.
Pero, ¿qué pasa mañana? ¿Dónde se esconde? ¿Vuelve al cajón donde duermen las cartas? ¿Se desvanece en la rutina y el ruido? ¿Se cambia por prisas y puertas cerradas?
El amor no es una fecha marcada, no es solo un catorce en el calendario, no se mide en regalos envueltos, ni en promesas que mueren temprano.
El amor está en lo que no se olvida, en los días sin flores ni postales, en los gestos pequeños, constantes, en los “buenos días” y en los detalles.
Que no sea el amor de un solo día, que viva en las horas que nadie celebra, en las cartas que no esperan respuesta, en los labios que no callan “te quiero” aunque febrero termine su fiesta.