En las Ruinas de un Sueño
Te veo cada día, como quien contempla el horizonte tras el cristal de una ventana rota, como quien busca en el vacío una respuesta que no llega. Te veo, pero nunca te alcanzo. Eres una estrella que brilla en un cielo al que no pertenezco, un fuego que no puedo tocar, y sin embargo, me quemo solo con soñarte. El mundo sigue girando, las horas caen como hojas secas, pero en mi pecho, el tiempo se ha detenido en ese instante perpetuo en que mis ojos te encontraron por primera vez y comprendí que ya no sería libre. Tú, que caminas sin saber el peso de mis pasos, sin notar que en cada mirada tuya yo construyo un castillo de esperanzas que se desmorona antes de que puedas siquiera verlo. Y me quedo ahí, entre los escombros de lo que pudo ser, tragando mi orgullo como una piedra, viviendo de migajas de sueños rotos. Hay un universo entero dentro de mí que grita tu nombre, y en ese eco interminable, me pierdo cada noche, tratando de imaginar qué sería tenerte entre mis brazos aunque solo fuera un instante. Pero la realidad me devuelve siempre al mismo lugar: a esta distancia insoportable donde solo yo te amo, donde tú existes sin saber que eres el latido que sostiene mi existencia. Cuántas veces he querido decirte lo que mi corazón arrastra, cuántas veces me ahogué en palabras no dichas, en un silencio que pesa como el mundo entero. Es una tortura verte y no poder hablar, sentir cómo cada día te alejas más de ese lugar donde yo habito solo para ti. Y lo peor no es que no me veas, lo peor es que jamás lo harás, que nunca sabrás que yo, que daría la vida por tocar tu alma, soy solo una sombra, un susurro que el viento arrastra sin rumbo. Te amo de una manera que no puedo explicar, es un amor que duele, que quema, como si llevara un volcán dormido en el pecho, a punto de estallar pero retenido por el miedo, por la certeza de que no hay lugar para mí en tu corazón. Y aun así, no puedo dejar de amarte, porque amarte es lo único que sé hacer. Si supieras cuánto daría por una sola sonrisa tuya, por un gesto que me dijera que existo en tu mundo, aunque fuera un instante. Pero sé que no será, sé que mi amor es una flor marchita antes de florecer, que mis sueños se desvanecen en la misma oscuridad donde mis esperanzas se apagan lentamente. No hay mayor tristeza que esta, amarte en el silencio más profundo, en un abismo que crece con cada día que pasa. Y sin embargo, aquí estoy, dispuesto a quedarme en este lugar sin retorno, en este rincón donde mi alma se consume por un amor que nunca será. Te veo cada día, y cada día me pierdo un poco más en este dolor, en esta certeza que me mata lentamente: que nunca serás mía, y que aunque te lo diera todo, tú seguirías viviendo en un mundo donde yo no existo. Pero aun así, te amo. Te amaré siempre, en este silencio cruel, en este amor que no conoce fin ni descanso, un amor que es mi cruz y mi condena, mi único motivo, mi eterna tristeza.