El Peso de Lo No Dicho

A veces, damos por hecho lo que dicen las palabras, como quien pasa por un río sin mirar al fondo, sin saber que ahí, en lo oscuro, se esconden reflejos, ecos de un alma que habla sin voz, que se susurra a sí misma. Un "¿Comiste hoy?" es más que una pregunta simple, es una súplica callada de cuidado, es un "me importas" disfrazado de cotidiano, que atraviesa muros de silencio con ternura oculta. Y ese "Cuídate mucho," dicho al despedirnos, guarda un "te amo" que se esconde del miedo, como si el amor necesitara de excusas sencillas para protegerse de su propia fragilidad. Hay un "estoy bien, no pasa nada" que sabe de mentiras, que carga lágrimas disfrazadas de sonrisas. Porque a veces, ser fuerte es decir lo que duele con palabras que aparentan no sentir. "Hoy no, estoy cansado," dice alguien sin saber que entre las sábanas duerme la distancia, que ahí, en el cansancio, se agotan las ganas, y el fuego que alguna vez ardió, empieza a extinguirse. "Es que soy así," se murmura en resignación, como si en ese decir se pudiera esconder el miedo de mirarse al espejo, de ver lo que duele cambiar, y quedarse anclado en una versión antigua de sí. Y el rencor dice "yo perdono, pero nunca olvido," guardando en su eco espinas que nunca se arrancan, como si en cada recuerdo hubiera una batalla de heridas no sanadas, de cicatrices que hablan. "Te extraño," se esconde detrás de un "no me busques más," como si el amor doliera demasiado para intentarlo, como si cada despedida fuera una tregua, un lazo roto por el temor de volver a abrir el alma. "Así es la vida," decimos en rendición, como quien acepta lo inevitable con impotencia, porque a veces entender no es aceptar, y la vida nos pesa con sus "por qué" sin respuestas. Y hay gritos de ayuda en un "no quiero hablar," en ese silencio que esconde universos, porque en cada palabra no dicha, en cada murmullo, se esconde una historia que alguien calla para no llorar. Para el que sabe escuchar, el mundo es diferente, las palabras son puentes hacia abismos secretos, los ojos hablan, los gestos danzan, y en los silencios encuentra voces que susurran la verdad. Porque en la superficie sólo hay lo visible, pero debajo, en lo profundo, en lo oscuro, en lo incierto, ahí viven los "te quiero" que no se dicen, los "perdón" que jamás llegan, y los "no puedo más." Así es el peso de lo no dicho, de lo oculto en cada verso, que se revela sólo para quien sabe escuchar, para quien tiene la paciencia de mirar despacio, y descubre que a veces, el alma grita desde un susurro.